Bienvenido/a al blog. Esta página expresa mi manera de ver la vida, y en particular como afrontarla y vivirla para sacar el máximo provecho de ella. Seguramente alguna vez en tu vida te habrás dicho… me encantaría bucear en la Gran Barrera de Coral en Australia, ir de safari en África, visitar la Antártida, ir al carnaval de Brasil o relajarme en una playa desierta en las Islas Seychelles. Estos son sólo un ejemplo de los sueños que cada uno puede tener en la cabeza, y no todos tienen que estar relacionados con viajar. Lo mismo tu sueño siempre fue hablar varios idiomas, aprender a tocar la guitarra o finalizar un ironman. Estos sueños varían mucho de una persona a otra. Pero todos tienen un denominador común: Son sueños que pueden hacerse realidad. La única limitación o impedimento para conseguirlos es nuestra habilidad para decir NO. Por lo que te aconsejo que abras la mente y que veas la vida con perspectiva. Pregúntate que hiciste en el último año que recordaras dentro de 30. Si te cuesta contestar a esta pregunta, te aconsejo el siguiente ejercicio. Escribe una lista con tus sueños, con cosas que quieres hacer en tu vida. De todo tipo, proyectos a corto y largo plazo. Luego, piensa como los vas a hacer realidad. Te darás cuenta de que la vida no es tan larga, y de que no tienes tanto tiempo como creías. Algunos proyectos llevarán consigo meses o incluso años de planificación y esfuerzo, pero no dejes que eso te prive de vivir lo que siempre quisiste. No hay tiempo que perder, despiértate de esos sueños y haz que se conviertan en realidad.

5 de septiembre de 2010

Experiencias de viaje: Incursión en Palestina (Israel)

Siempre que viajo procuro hacerlo de la manera más segura posible. Evidentemente, eso no me impide tomar ciertos riesgos, los cuales te proporcionan esa incertidumbre y sentido de aventura que hacen que tu viaje sea una experiencia más auténtica. Al principio, siempre seleccionaba mi destino y mi modo de viaje en base a recomendaciones de libros o agencias de viaje. Con el tiempo, me he dado cuenta que esas recomendaciones no son del todo apropiadas, y en muy pocos casos, se corresponden con la realidad. En viajes anteriores, destinos como Guatemala o Vietnam, habían sido totalmente desaconsejados por diversos organismos. En cambio, mi experiencia en ambos países no se correspondió en ningún caso con la información recibida antes de partir. Todo lo que encontré fueron personas agradables, encantadoras y dispuestas a ayudar al viajero. Ahora, la situación era algo más extrema. El destino elegido era visitar los Territorios Palestinos,
 zona conflictiva por los enfrentamientos entre soldados israelitas y palestinos por el dominio de la zona. En el momento de mi viaje, la Franja de Gaza se encuentra vetada a los turistas y la entrada no está permitida, por lo que sólo nos queda el “West Bank”. Dicha zona se sitúa al este de Jerusalén y termina en el mar muerto, el cual marca la frontera con Jordania. No tiene aeropuerto internacional, por lo que la única opción es entrar por tierra desde Israel. Como tengo 2 semanas para el viaje, y Palestina es relativamente pequeña, decido añadir también Israel y Jordania a la lista. Para que no le de un infarto a mi madre cuando le diga a donde voy, me la traigo conmigo. Viviendo en Nueva Zelanda, no tenemos tiempo para estar juntos, por lo que es la oportunidad perfecta. 

Aún siendo la zona que voy a visitar de mucho peso religioso, el motivo principal de mi viaje es cultural. No soy una persona religiosa, ni la historia es algo que me llame especialmente la atención. Lo que me interesa es descubrir con mis propios ojos si 3 grandes religiones como el cristianismo, judaísmo e islam pueden convivir en el mismo sitio, como es esa convivencia, como es el día a día,… Me niego a dejarme convencer por lo que veo en la televisión cada mañana. Todo no puede ser guerras y conflictos. Es más, estoy seguro que eso sólo es un pequeño porcentaje de la vida diaria en esta zona del mundo. Tiene que haber algo más. Para descubrirlo sólo hay una opción: experimentarlo por mí mismo.

La primera parte del viaje la dedicamos a visitar el norte de Israel. Tel Aviv, Haifa, Nazareth,… parecía que estábamos en un país de Europa Occidental. Jóvenes “tostándose” al sol en la playa, bares y discotecas abiertos 24h al día, fanáticos del fútbol con bufandas y banderas por la calle… pero ¿seguro que estamos en Israel? A los pocos días, después del shock inicial, decidimos poner rumbo a Jerusalén. Queríamos conocer el verdadero Israel. Al bajarnos del autobús, parece que hemos cruzado la frontera a otro país. Empieza a respirarse un ambiente distinto. El panorama por la calle es variopinto: unos musulmanes con turbantes pasan a nuestro lado, en la acera de en frente unos judíos ortodoxos con sus trajes negros, sobrero, barbas largas y tirabuzones en el pelo, al otro lado soldados del ejército armados con imponentes AK-47, también vemos un grupo de turistas religiosos, niños jugando en la calle,… y nosotros, con nuestras mochilas a la espalda. Todo en armonía, la gente sonríe… preguntamos para llegar al albergue y nos guían amablemente. Me gusta Jerusalén. Nos hospedamos en la ciudad antigua, con sus 4 cuadrantes cada uno perteneciente a una religión. Hacemos un poco el guiri, visitamos el Santo Sepulcro, el Muro de las Lamentaciones, el Monte de los Olivos,… Nos hacemos amigos del dueño de un bar, a partir de ahí comemos siempre en él, se respira buen ambiente. Se ve que tengo que tener cara de israelita… la gente me para por la calle preguntándome como llegar a los sitios… en hebreo! Buena señal, no hay mejor sensación que pasar por nativo del lugar.

Jerusalen - Ciudad Antigua

Poco a poco, nos vamos preparando para el principal objetivo del viaje: la incursión en Palestina. La mayoría de los turistas que quieren cruzar la barrera optan por la opción “guiri”. Pillas un taxi en Jerusalén, te lleva y te trae de vuelta. Esa opción no es para nosotros, no podemos dejar pasar la oportunidad de entrar en Palestina como hacen los nativos. Hablando con varios israelitas, nos comentan que tenemos que pillar el autobús número 21, cuesta 6 shekels a Belén (nuestro primer destino), que pasa por esta calle, pero que no tiene paradas establecidas. Sino que la gente que se quiere subir le hace un gesto al conductor y que éste abre la puerta. Nos avisan de que seguramente sólo hable hebreo. Esto se pone interesante… “vámonos que nos vamos”.

Vemos el 21. Con mi cara de “hebreo” levanto la mano y el conductor para y nos abre la puerta. Le digo: “shalom, shtaim bevakasha” (hola, 2 por favor). Responde algo en hebreo… me la juego y le digo: “Bethlehem” (Belén). Le doy 12 shekels y me da 2 tickets. Estamos dentro, somos parte del equipo. El autobús va a reventar, vamos de pie, rollo metro de Madrid a las 8 de la mañana. Intentamos hablar con la gente, no hablan inglés ni nosotros hebreo, intercambiamos sonrisas… se ven buenas personas. A mitad de camino, nos paran. Un control de la policía. Suben soldados armados y hacen bajarnos a todos los que vamos de pie. Dos mujeres nos ofrecen que nos sentemos y que ellas bajan al control… Les decimos que no se preocupen, bajamos nosotros. Los policías empiezan a hablar, mi madre se cree que yo los entiendo, hablan en hebreo, la situación acojona… sobre todo por las armas que portan… se acercan, les doy los pasaportes y sin problemas. De vuelta al autobús. 

Al rato divisamos la frontera. Un gran muro separa a Palestina de Israel. La presencia policial aumenta a lo bestia. Después de varios controles más, pasamos el muro y llegamos a Belén. Bajamos del autobús y la sensación es indescriptible. No hay palabras, colores,… que lo puedan definir. Se respira tranquilidad, la gente te saluda por la calle, no se escuchan los coches pitar como en Jerusalén, ni el sonido de la tele de las casas o los bares,… Es media tarde, el sol se refleja en las casas creando unos colores espectaculares… Es curioso. Se respira paz, me siento en estado de relajación absoluta… ¿Quién me iba a decir que iba a encontrar esto después de pasar la barrera policial en el muro? Esto no es lo que sale por la tele… Se nos acerca un taxista, se ofrece ser nuestro guía turístico. Es palestino y profesor en la escuela. Aceptamos. Más que como guía, lo que nos interesa es conocer un poco más de la vida de los palestinos. Nos habla de muchas cosas, es tremendamente culto. De la situación de los palestinos, del país, de la esperanza de paz,… En ningún momento, comenta algo negativo o despectivo de los israelitas. Todo constructivo y de buenas formas. 
Belén y su luz mágica
Nuestra incursión no se quedó en Belén. Visitamos más zonas como Jericó o el mar Muerto. En cada rincón, lo que encontramos fue amabilidad, bondad y buen recibimiento. Al final, el viaje se hizo corto. Sin lugar a dudas, Palestina y los Palestinos tienen mucho que ofrecer.

En el Muro que separa Palestina-Israel

Anzoni

2 comentarios:

maria dijo...

Acabo de descubrir tu blog y ya tienes una lectora más. Como todos, supongo, comparto tu forma de ver la vida, pero no tengo el valor para hacer o actuar de la forma en que lo has hecho, así que tengo la opción "fácil" o clásica y te seguiré con envidia sana en tus idas y venidas. No es que tenga razones para quejarme de mis experiencias, la verdad, pero ¡¡siempre parece que podemos dar un paso más de los que damos!! Sigue disfrutando y transmitiendo, un beso!

Antonio dijo...

Bienvenida al blog Maria. Me alegro que te guste! Comparto tu idea... siempre parece que podemos dar un paso mas.. Muy buena.
Un beso!

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